La que sintió un abuelito teniendo a su nietita en brazos, viendo izar por primera vez en la historia, la bandera que representa al partido de Carlos Casares.
Habían transcurrido 100 años de la fundación del partido, pero en ese momento estaba allí su símbolo, para siempre, casi tocando el cielo azul de la mañana tranquila y soleada.
Viniendo del remolino de los tiempos estaban presentes los nativos originarios de estas tierras, con sus cueros y lanzas, sobre los inquietos caballos, a su lado se fueron sentando los gauchos que salieron de los antiguos caseríos, también se acomodaron los soldados y la gente de la frontera que muy temprano partieron de los fuertes y fortines siguiendo las rastrilladas y esquivando lagunas lograron llegar a tiempo. En la estación quedó parado bufando humo y fuego el tren que trajo a muchos inmi-grantes, algunos españoles estaban con las gaitas y las castañuelas, se escuchaba bajito un pasodoble que se mezclaba con la alegre tarantela feliz de los italianos, avanzando lentamente por el centro de la plaza aparecieron los israelitas, allí venían los zeides con sus familias en búsqueda de la tierra promisoria , y se sumaban , los vascos, los ingleses, alemanes , franceses polacos y cien más de todas partes , con todas las voces. Al costado de la plaza estaba el auto amarillo de Roberto Mouras que nos sonreía desde la ventanilla, el viento inclinaba los girasoles y las espigas maduras del trigo que parecían saludar a la nueva enseña.
Si, así fue ese maravilloso día donde se mezclaron la imaginación con el presente, y los blancos de los guardapolvos de los docentes con la inocencia de los niños, y como en ese día, hoy, se unen el oro y el verde de la esperanza, donde vuelan juntas las palomas blancas de la paz, que nos muestran el poder de la unión con los valores universales indicándonos el camino para ser buenos ciudadanos.
Luis Benito Hernandez, 8/1/217