Se dice que el «convidado de piedra» es aquel que está pero no participa, lo ignoran, pasa desapercibido, lo invitan por compromiso, pero su opinión no cuenta, ni voz, ni voto.
La realidad nacional con su multiplicidad de dramas cotidianos, las pujas políticas, los conflictos gremiales, las manifestaciones sociales y las medidas de gobierno, nos convierte a los casarenses en víctimas por un lado y beneficiarios por el otro. No participamos, somos convidados de piedra que por un lado tenemos el privilegio de no sufrir el martirio de los problemas causados por piquetes y marchas sean gremiales o sociales, movimientos en defensa de la democracia, y todo aquello que hace a la dinámica de la protesta y la participación, de uno u otro lado.
¿Es bueno o es malo para el ciudadano de estos pueblos el mirar desde el balcón lo que acontece, permaneciendo a salvo de las contingencias negativas que están a la vista, sin tener oportunidad de estar allí y manifestarnos, beneficiados por nuestra calidad de «convidados de piedra»?.
Es según el color del cristal con el que se lo mire. Nuestros pueblos están conformados por vecinos por lo general bien informados, que aún sin estar en contacto directo con los movimientos sociales de la capital y otras ciudades importantes, comentan, discuten, a veces acaloradamente, toman parte y se expresan, pero sin haber participado, guiados tan solo por lo que leen, ven y escuchan en los medios, nada en primera persona.
Si el ser «convidado de piedra», nos exime de sufrir esa locura que se experimenta en las grandes urbes, con su secuela de enconos, divisiones, violencia y daños sociales, es mejor estar distante, aunque sin dejar de entender que el estado de convulsión en el que vive el país tiene su razón de ser, y la solución no va a llegar sin el entendimiento y la participación de todos, incluso de los que por las razones anteriormente esgrimidas no participamos.
No es descabellado decir que aunque sea en forma abstracta, sin estar presentes «formamos parte en dichas marchas», eligiendo aquella que nos representa, la que por su cercanía a nuestras ideas o conveniencia hubiera contado con nuestra presencia.
Sea como fuere, lo que pretende plantear esta nota, es si la vida en estos pueblos en nuestro rol de «convidados de piedra» es mejor, o si por el contrario nada supera el ser protagonista apasionado de lo que sucede en el país, y el poder decir: «yo estuve ahí».