El poeta dijo:
Es ancho y negro el olvido
y entra el otoño en el corazón”
Pero para los recuerdos no existe olvido
y dolor…
El poeta dijo un día, presa de pena y dolor, en una zamba sentida que “es ancho y negro el olvido y entra el otoño en el corazón”, pero a veces los recuerdos ponen barreras de amor, y ni el otoño, ni olvido, oscurecen la luz del sol… Así pasa cuando un amigo termina su marcha terrena y se va para esos espacios que el mismo Dios le reserva, para que de tanto en tanto hecho recuerdo él vuelva, porque no hay otoño ni olvido que su regreso detenga…
Evaristo Fortunato Romera, señor de lengua prosapia, dejó una historia digna de la vida de un patriarca, con honradez y cordura, como es digno dejarla. Desde su hogar de La Piedra, por mil senderos del alma, fue escribiendo una quimera que fue realidad galana, con el paso de los tiempos andando las huellas de la esperanza. Con Elida Cuca Maldonado, su compañera de senda, por ese andar soñado de la bendita existencia, formó una familia hermosa, su más preciada riqueza, que floreció en cuatro hijos la gloria de su cosecha. María Cecilia, Claudia, Diana las flores bellas, y Santiago, el caballero, reasegurando el apellido, para seguir en la senda. Y para completar la dicha, en su recorrida postrera, sus hijos le dieron nietos, el sol de su primavera. Como toda su riqueza, los amigos, su buen nombre, su honradez y su decencia, la consiguió con lucha y esfuerzo, poniendo al trabajo el pecho, sin mezquinarle a la vida sacrificar descanso y siesta para atender que la marcha de su empresa floreciera. Y fue contratista en la siembra y la cosecha, comerció equinos en frigoríficos y ferias, y en la política, genuino peronista de existencia, poniendo tiempo y dinero, orgulloso, en su defensa. Fue Delegado de su querido Bellocq, ejemplo de lucha y eficiencia, hasta adelantando el pago del sueldo a los empleados, si se atrasaba la Intendencia, y poniendo para la tarea, muchas veces su herramienta. Y fue Concejal cuando volvió la democracia, porque siempre estaba allí donde hacía falta, y en los cuatro años que duró su mandato, como si fuera un legado que a su pueblo le debiera, en silencio, sin comentarlo, como le dictó su conciencia, ya que quien es honrado en la vida, sin bambollas lo demuestra, donó el importe que por el cargo mensualmente recibiera. Así fue siempre de una pieza, Evaristo Fortunato Romera. El fue siempre en la vida, así, de una sola pieza, pero la vida con él, no tuvo esa delicadeza, pues al final del camino, por una diabetes traicionera, que le produjo ceguera, vivió, aunque siempre con una sonrisa, porque tenía a su lado a Cuca, su compañera, conversando con amigos, viviendo la noche eterna, Y así pasaban los días, como Dios lo dispusiera, transcurriendo su camino, aguantando como un hombre, lo que le diera el destino, sentado en las tardes bellas en un banco en la vereda, permitiendo que el viento, con su brisa lo envolviera, en mateadas con amigos recordando épocas añejas. Hasta que el viernes 5 de un mayo que recién comienza, se recostó por un rato en una siesta que sería eterna. Porque en brazos de la muerte se silenció su existencia. Y se nos volvió recuerdo Evaristo Fortunato Romera.
El viernes 5 de mayo, en su domicilio de Las Heras, esquina Güemes, mientras dormía la siesta, falleció el conocido vecino Evaristo Fortunato Romera, cuando contaba con 83 años de edad. Casado con Elida Cuca Maldonado, padre de cuatro hijos, María Cecilia, Claudia, Diana y Santiago, que alegraron sus añosa postreros con un puñado de nietos. Peronista de toda la vida, fue contratista rural, comerciante de equinos, Delegado de Bellocq (actividad que también desempeñó sus esposa y hoy su sobrino Guillermo Maldo-nado) y Concejal del Justicialismo cuando la vuelta de la democracia, en 1983. Una pertinaz diabetes le había producido ceguera en sus últimos años, que él con entereza y resignación soportaba estoicamente. Jubilado, al igual que su señora, dejó la actividad rural en manos de su hijo Santiago y vino a vivir a nuestra ciudad, donde lo sorprendió la muerte. El inmenso dolor que la misma produjera se vio reflejado en el acto de su velatorio y su inhumación en el Cementerio Municipal, a las 11 hs, del día sábado 6, previo responso religioso rezado en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen.
En el cementerio, Rodolfo Caprioli, integrante de aquel Bloque de Concejales de 1983 (de los que quedan ahora, con vida además de Caprioli, Antonio Camma-ratta y quien esto escribe) despidió sus restos con sentidas palabras, que pintaron perfectamente la personalidad de Evaristo Romera.
Cuando arribaba el Cortejo a la Iglesia, Antonio Cammaratta dijo una frase que resume cabalmente a Romera “Se nos fue un pedazo grande de la historia del peronismo casarense”. Tal cual.