Los distanciamientos, sea entre amigos, hermanos, compañeros de trabajo, integrantes de una comisión, dirigentes sociales, gremiales, políticos y todo tipo de relación entre las personas, necesitan de tiempo, razonamiento, diálogo y buena voluntad para lograr restablecer el vínculo y retomar el camino de la unión y la concordia. Y muchas veces un acontecimiento lo logra. Que puede ser familiar, institucional o de cualquier otro tipo, pero que sirva para unir lo que alguna vez se resquebrajó. Cuántas veces la Navidad, un aniversario, un acontecimiento feliz, y hasta una enfermedad pueden lograr que las personas se reencuentren y den una vuelta de hoja a sus enconos echando mano a los afectos y sentimientos.
Decíamos en edición anterior que el radicalismo casarense cumplió nada menos que 100 años de su creación. Pero lamentablemente los dirigentes no lo registraron, seguramente ocupados en temas que hacen precisamente a las diferencias que los han desunido, y transportaron al olvido la esencia misma de su existencia.
¡Qué oportunidad se perdieron! . Acaso única para poder poner fin al desmembramiento que hoy han sufrido, y que puede quitarles en un futuro (en rigor ya se los quitó) esa fuerza política de la que hicieron gala desde su mismo nacimiento como partido político en Carlos Casares, logrando una alternancia en los gobiernos comunales, que hoy les permite decir que han sido una parte importante del crecimiento y desarrollo de nuestro partido.
Una fiesta grande, una convocatoria amplia ante un hecho de tamaña importancia, hubiera permitido restañar heridas, retomar el diálogo, y haciendo honor a la generosidad política que distinguió a sus próceres partidarios, emprender el camino de la unión en pos de objetivos claros que permitan recuperar lo perdido, y así poder aspirar nuevamente a gobernar los destinos de nuestra comunidad.
Aquellos hombres que hace 100 años, en un acto de servicio heroico, soñaron con ser partícipes de la grandeza de Carlos Casares, merecían algo más.