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    Home»Destacado»SE NOS FUE EL “TOPO” CERVELLINI… Raúl Alberto Cervellini, apodado “Topo” por el cariño de la gente, falleció el 19 de junio a los 68 años.
    Destacado

    SE NOS FUE EL “TOPO” CERVELLINI… Raúl Alberto Cervellini, apodado “Topo” por el cariño de la gente, falleció el 19 de junio a los 68 años.

    29/06/2017
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    Hay seres que, como  modestas pero queribles mariposas de la vida, sobrevuelan nuestros espacios para compartirnos sus anhelos, sueños, alegrías y esperanzas, y nos transmiten con su honesta inocencia todas esas sensaciones para hacer nuestra existencia mejor y más placentera.

    Tal vez no son, o sí, grandes personalidades, pero con seguridad son grandes personas. Humildes, amables, serviciales, siempre dispuestos a poner su mano de colaboración a nuestro alcance, sin ponerle precio a su favor. Porque son así, seres que la mayor luz que los alumbra es el cariño a sus semejantes, el agradecimiento a su atención y el placer de poder compartir, aunque sean pocos, momentos de su vida.

    Carlos Casares, afortunadamente, ha tenido y tiene un buen número de estos seres que integran el universo de nuestra cotidianidad y que a fuerza de vivir con ellos muchos momentos, muchas veces no los tenemos en cuenta en la magnitud que se merecen y que solamente valoramos cuando la vida nos muestra su ausencia.

    Un ejemplo de esos seres un tanto celestiales y anónimos es el de Raúl Alberto Cervellini, a quien el cariño y la familiaridad de la gente llamaba, casi hasta con respeto, “Topo”, que a él nunca molestó. Electricista, prestador de servicios atendiendo los controles de las más diversas transmisiones de eventos deportivos,  políticos y hasta festivos y oficiales. Y uno que tuvo la suerte de ser su amigo, y en muchos aspectos, un poco confidente de alegrías y desventuras, recuerda que estudió por correo en aquellas antiguas Academias, que en  su momento fueron formadoras de muchos jóvenes del interior, que imposibilitados de seguir una carrera en los diferentes colegios, tenían esa oportunidad de forjarse desde el sacrificio y la dedicación, su porvenir. Y Raúl estudió Mecánica Automotriz, que casi no ejerció, y Electricidad, que perfeccionada con Adolfo Pesavento, significó su medio de vida, sustento y mantenimiento.  Muchas escuelas y colegios, hace años atrás, contaron con su presencia para la amplificación de sus actos escolares. Muchas campañas políticas de diversos partidos, porque Raúl, si bien tenía su íntimo convencimiento y simpatía, tomaba su trabajo con profesionalidad e imparcialidad, utilizaron sus servicios. Y cuantas justas deportivas lo contaron entre sus entusiastas colaboradores, como, por ejemplo, el Turismo del Centro en sus comienzos en el Parque San Esteban, o los torneos del fubol barrial juvenil, donde Cacho Franchuk lo contaba como un integrante “de fierro” de su grupo. Supo trabajar un tiempo en la órbita municipal, en el reciclado de la basura, pero su espíritu independiente y amante de la libertad de proceder lo volvió nuevamente a su trabajo de control de sonido en diferentes eventos.

    Y llegó el momento que la vida le dio el tiempo de disfrutar de la jubilación. Y, relajado y complacido, se lo solía ver sentado en los bancos de la plaza (que un día abandonó “porque había muchos perros que molestaban” y se fue a la Avenida San Martín, donde sentado en los bancos de las pérgolas,  siguió su vida de placeres de espacio y silencio) , saboreando el ocio,  compartiendo con amigos animadas charlas y comentándoles a todos que era, con orgullo, satisfacción y alegría, un jubilado. Que la vida, que no había sido con él lo generosa y complaciente como se merecía, ahora en el trayecto final de su camino, le entregaba este reconocimiento que lo convertía en emérito de una sociedad que él siempre consideró tan suya. Pero, como esa existencia que nos sustenta lleva dos bolsas, una de cal y una de arena, en estos últimos metros del recorrido de nuestro andar, se muestra con más notoriedad. Y los problemas de su salud que no lo habían castigado tanto, o que él no le dio la importancia y cuidados que merecían le pasó “su factura”. Y el  19 de junio marcó su punto final. Y el equipo de radio aficionado que inventara y con el que solía pasar mucho tiempo comunicado con el mundo, y el amplificador que enviaba voces al mundo, acallaron sus sonidos y Raúl Alberto «el Topo» Cervellini nos dejó su silencio en su camino al espacio de los recuerdos.

     

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