Dicen que lo que abunda no daña, pero a veces el reiterar tanto los mismos conceptos para referirnos a un tema recurrente nos hace pensar si no estaremos predicando en el desierto. Días pasados se registró un accidente al chocar un auto con una moto. El que conducía la moto, por supuesto sin casco, tenía, o mejor dicho tiene 12 años. Otro accidente en el que la víctima fue un niño, este no conducía la moto sí que era el tercer ocupante de la misma la otros dos eran mujeres, ninguno llevaba casco. Y como estos podríamos relatar decenas de accidentes semanales cuyos protagonistas sean conductores o pasajeros , son menores de edad.
Hablar de la irresponsabilidad de los padres es también redundar en conceptos que tampoco son tenidos en cuenta, como si la vida de sus hijos no valiera nada, como si el amor que tienen por ellos se evaporara en un instante cuando deciden comprarle o prestarle una moto, como llevarlo como tercer y hasta cuarto pasajero sometiéndolo a un riesgo que puede constarle la vida.
¿Qué hacer entonces?. Acudir a las autoridades exigiéndoles mano dura, durísima, que dañe los bolsillos y los prive de usar sus motos. ¿Y qué dicen las autoridades?. «No podemos hacer nada, cada vez son más, los padres les compran motos a niños de 11 y 12 años, las madres los llevan a la escuela convirtiendo la moto en un trencito, y cuando los paramos, les hacemos las multas y les exigimos casco, nos insultan, atropellan, amenazan y los que deciden hablar nos dicen que la moto es el único vehículo que tienen, que viven lejos, que contratar remises no pueden por el gasto, y que por lo tanto la moto es la solución».
¿Deben quedarse entonces con los brazos cruzados?. De ninguna manera, si en otros lados pueden ¿por qué aquí no?. Es cierto que las sociedades son distintas, que en otros pueblos vienen de muchos años de mano dura, de inflexibilidad ante la infracción, y de concientización por las buenas o a cara de perro. ¿O acaso la vida no lo vale?.
El día que desde esta columna bajemos los brazos, no mereceremos ser llamados periodistas. Aunque la reiteración canse, no nos cansaremos. El tema lo vale.