Calisetero…una profesión noble, acaso en extinción, que marca el fin de una época, ahora copada por la computación, los juegos cibernéticos, tan lejos de la antigua fantasía y la inocencia de la niñez de entonces. Pero aún así muchas calesitas siguen dando vueltas, con sus corceles y chanchitos, con sus autos, patos y figuras en las que los niños se encaraman y giran felices intentando algunos sacar la sortija para ganarse una vuelta.
Pero la calesita de Casares, humilde, algo descascarada y rechinante, llora amargamente la muerte de su dueño. El corazón del calesitero Carlos Ernesto Gaute se detuvo en la última vuelta de la vida, cuando recién contaba 53 años. La sortija del destino le dio gratis un viaje a las estrellas, y desde allí seguramente ha de esperar que alguien haga girar nuevamente esa máquina de ilusiones, y como dice el inmortal tango La Celesita:
«Carancanfun…vuelvo a bailar…
vamos de nuevo, amiga,
para que siga con vos bailando,
vamos que en su rutina,
la vieja esquina me está llamando…
Carlos Ernesto Gaute, el último calesitero casarense.
