El derecho a la salud, un derecho consagrado en nuestra constitución, lo es también para todos los ciudadanos que habitamos este país. Sean de la nacionalidad que fueren, mientras acrediten su residencia deben ser considerados de igual manera que los argentinos de nacimiento. Y los que ocasionalmente se encuentran en nuestro país, sea por turismo u otras circunstancias, deben contar como debemos contar los argentinos que viajamos al exterior, con seguros y coberturas que en la gran mayoría de los países son obligatorios. Pero aún así, si un extranjero de paso que no tiene dicha cobertura cae enfermo, debe ser atendido porque la vida es lo esencial, después, todo lo demás.
Si una ley boliviana, que rimando es antidiluviana hace que los argentinos queden fuera del derecho a la salud que tienen los residentes del país hermano, eso, que debe ser considerado y tratado, no debe llevarnos a actitudes revanchistas de medir con la misma vara a los residentes bolivianos en nuestro país, que son miles, al igual que paraguayos, dominicanos, venezolanos, chinos, por supuesto que uruguayos y de todas las nacionalidades que conforman nuestro tejido social. ¿O acaso nos olvidamos que todos venimos de los extranjeros que poblaron estas tierras y nos dieron nuestra identidad?.
Un tema que debió haber sido tratado entre cancillerías intentando sellar acuerdos de reciprocidad, se transformó en tema de polémica nacional, abriendo ahora una nueva grieta que en algunos casos se torna xenófoba, y no solo abarca el tema salud sino que se extiende a la educación y a la cantidad de estudiantes de otros países que viene a nuestro pais a seguir sus estudios universitarios. Este es también un tema que debe tratarse mediante acuerdos, y si se establece que debe aplicarse un arancelamiento a los estudiantes extranjeros, que se haga con un afán de intercambio y no de mezquindad como lo plantean muchos.
La discriminación en la salud no tiene justificativo alguno, llama la atención que gobernantes pierdan un minuto de sus vidas en intentar fórmulas de equiparación con actitudes erráticas de países vecinos u otros. Es que padecen de una enfermedad, que no tiene cura, y lo que es peor, ni siquiera vacuna, que es la imbecilidad.