Días pasados, inexplicablemente, una vecina de este medio dejó olvidada presuntamente una apreciable cantidad de dinero debajo del asiento de su auto. Otra persona que no era dueña de ese vehículo lo llevó a un lavadero local para que lo laven. Finalizado dicho trabajo la vecina en cuestión recordó o se dio cuenta que había dejado ¿escondido?, ese dinero bajo el asiento y lo fue a buscar, pero no lo encontró. ¿Cuál fue su presunción?, que en el lavadero le habían robado esa plata y por lo tanto formuló la respectiva denuncia policial, sospechando dicha vecina, según el informe de la policía, que se lo habían hurtado en el lavadero. Avisada la autoridad judicial esta ordenó el allanamiento de los domicilios de un empleado de dicho lavadero y del propietario del mismo, un conocido y popular vecino de esta ciudad. En el domicilio del empleado el resultado del allanamiento, siempre según el informe policial fue NEGATIVO, mientras que en el domicilio del propietario del lavadero el informe policial dice que fue POSITIVO porque se encontraron 7 mil pesos.
Se supo luego que el tenedor de ese dinero pudo demostrar con documentación que era producto de un crédito que sacó. ¿Pero si no hubiera sido así, cómo puede establecer la policía que ese dinero era parte del faltante de la vecina denunciante?. Sea como fuere, conocido este episodio, el propietario del lavadero se ve completamente perjudicado, ya que si el dinero no aparece quedará de por vida envuelto en la sospecha y a riesgo de perder parte de su clientela.
Esto pasa cuando el descuido y la sospecha van de la mano. Si dejamos un vehículo en un garaje, un taller mecánico, un estacionamiento o un lavadero y nos falta algo que olvidamos sacar de su interior, no hay duda que alguien se lo llevó. ¿A quién culpar?. Alguien decía ante un ejemplo similar: «es como dejar un alfajor en la puerta de una escuela». Encontrarlo sería un milagro.
En todas partes hay amigos de lo ajeno, EN TODAS PARTES, sabido es que si uno deja olvidado algo en una guantera o hasta debajo de un asiento, nadie tiene que tocarlo, pero vivimos en un mundo que no es el ideal, y por lo tanto deben tomarse todas las previsiones del caso. para no tener que culpar a nadie, y menos aún si no se tiene la plena y absoluta seguridad de que su acusación no resiste duda alguna.
La señora damnificada vivirá con la sospecha y el dueño del lavadero con el ser sospechado. La primera perdió su dinero, el otro la confiabilidad. Un negocio en el que por obra de un descuido y la sospecha, pierden todos.