Esto no pretende de manera alguna ser una crítica política. Muy por el contrario va más allá, es una crítica que tiene que ver con los valores institucionales y patrióticos que como seres humanos, habitantes de un país al que amamos, nos debemos.
Y es el respeto a las instituciones, a los acontecimientos que jalonaron nuestra historia, pasados y recientes, que han marcado nuestra identidad y nos exigen respeto y en algunos casos veneración.
Es incomprensible que ante hechos trascendentales de la vida nacional que merecen su conmemoración para que su dimensión no se apague en el olvido y como una lámpara votiva permanezcan siempre encendidos en nuestra memoria y en nuestro corazón, no merezcan que sea la totalidad de nuestra comunidad la que los celebre con su presencia y participación toda vez que un acto público los conmemora.
Hemos observado, no de ahora sino desde hace ya algunas décadas, que en la realización de actos oficiales de conmemoración a fechas patrias y hechos contemporáneos que marcaron a fuego el conjunto de los ciudadanos de este país, la asistencia política no es perfecta como debiera serlo. Y decimos asistencia política para referirnos a nuestros representantes, y en especial a los que conforman la llamada oposición al partido gobernante, los que comenten un grave pecado de ausencia, dejando sentado que pueden más las diferencias que las coincidencias, y que en hechos como por ejemplo el reciente homenaje a los Veteranos y Caídos en la Guerra de Malvinas, marcaron con su ausencia la clara demostración de privilegiar la pequeñez de las diferencias políticas por sobre la grandeza del hecho que se conmemora.
Repetimos: esto no es un crítica política, la patria no tiene colores políticos, la gesta de las Malvinas es algo que nos duele a todos, que nos compromete con la historia y que ha dejado huellas tan profundas y dolorosas que bien se merece que quienes no pueden soslayar su presencia, depongan actitudes mezquinas y cumplan con la legítima representación que les confirió el pueblo.