Podríamos haber titulado «la ciudad y los perros» en alusión a la célebre novela de Mario Vargas Llosa, pero ese título nada tiene que ver con los perros como tales, ya que se refiere a otra clase de perros.
La historia, simple y acaso anecdótica fue vivida por un cronista de El Oeste, que el día jueves ppdo. como lo hace habitualmente se dirigía a las 9 hs. a nuestra redacción, y en el camino, apenas 4 cuadras por el radio céntrico, se tomó el trabajo de contar a cuantas personas encontraba en la calle transitando a pie en tareas habituales. Fueron muy pocas, apenas 12, pero como su «investigación periodistica» incluía el contar también los perros sin dueño o vagabundos con los que se encontraba en la calle, grande fue su sorpresa cuando contó 14, lo que le permitió comprobar que en su recorrido callejero vio a más perros que personas. Tal vez esa no sea en rigor la realidad y se trate de un hecho casual, pero que en 4 cuadras haya 14 perros vagabundos, algunos corriendo autos, otros dormitando y la mayoría en las inmediaciones de casas y comercios donde se les proporciona algún alimento.
Si estamos dispuestos a que esa realidad sea un clásico local, adelante, tal vez Casares se haga famoso como «la ciudad de los perros», pero si lo tomamos como una preocupación y un problema, convengamos en se debe instrumentar alguna solución antes que esa «estadística» se duplique y para caminar por nuestra ciudad debamos compartir las veredas, no sin algún temor, con una cantidad inusual de perros, que merecen nuestra conmiseración ya que no son culpables de nada, pero que no son parte de un escenario ideal en una ciudad que se presume pulcra y ordenada.