Celebramos la preocupación de las autoridades hospitalarias de preservar el anonimato de los enfermos y exponer las razones que los alientan para disponerlo. En suma no es más que lo mismo que hace el periodismo, ignorar cuando los médicos trascendiendo al comentario of de récord de los vecinos o las insinuaciones y quejas en redes sociales, silencia hechos que merecieran ser públicos y conocidos porque en ellos va la salud de la población. Pero los silenciamos para no dañar el santuario de los galenos, como también los silencian muchos vecinos porque «uno no sabe si mañana los necesita». El caso es que en nuestro benemérito hospital se cometen (desde tiempos inmemoriales) todo tipo de acciones reñidas con la ética médica, algunas rozando la letra del Código Penal, otras que se han hecho consuetudinarias porque la costumbre las permite como un derecho adquirido, que no es más que un abuso con fines absolutamente económicos. Denuncias anónimas de mala práxis que esquivamos sin investigar para no generar desconfianza y rechazo hacia uno de los sectores esenciales de nuestra comunidad.
Los periodistas también convertimos en anónimos a quienes hoy convierten en anónimos a los enfermos decidiendo no entregar al periodismo la lista de internados.
Pero claro, el poder da prerrogativas, lo deciden y listo, voltean de un sopapo una costumbre que viene de lejos, a la que podría tildarse de pueblerina, que tal vez no cierre en mentes progres pero que bien se puede amoldar a conveniencia de partes si se pone más voluntad y menos soberbia.
Una consulta al paciente es suficiente. Decíamos cuando dimos la noticia que son muchos los lectores que al enterarse de que tal o cual persona se encuentra internada, se enteran por la publicación y lo visitan, se comunican con los familiares, se preocupan y hasta ofrecen ayuda. Otros solamente se informan, como se informan de tantas noticias, buenas o malas.
Las normas son para cumplirlas, pero no es demasiado pedir que se analicen, que se busquen alternativas y fundamentalmente si quiebran tradiciones , que se tenga en cuenta ese punto, porque mañana alguien va a decir no publicar más los avisos fúnebres para que no trascienda la muerte de un vecino, otro las noticias policiales porque si alguien va preso por un delito, tal vez le moleste que se sepa, o pueda ser objeto de la visita de ladrones en su obligada ausencia, y más de uno va a pretender que no se publique su cumpleaños porque de esa manera se ventila su edad, o tal vez le caiga la AFIP por el gasto que realiza.
Recapaciten señores, muchas veces suele ser mayor el costo de una medida que el beneficio que proporciona.