Cuando se conoció el monto del costo presupuestado se le tildó de una obra faraónica digna de Puerto Madero
En su edición del 24 de marzo de 2015 en la portada de El Oeste bajo un título que decía: «¿El palacio de un jeque árabe en Smith?» anunciamos una nota editorial referida a la licitación, que decíamos «cuyos números no cierran», de una obra de remodelación de la Escuela Nº 7 de Smith, con un presupuesto oficial de $ 3.568.470,98, que tras la apertura de la licitación se elevó a $ 5.415.296,52 o sea algo más del 50% del presupuesto. Nos pareció una barbaridad para una ampliación, si bien a ciencia cierta no conocíamos los detalles de la obra requerida ya que no contábamos con el pliego respectivo. En detalles generales figuraba la construcción de varios baños compartimentados, una biblioteca, tres aulas, dependencias para docentes, etc. «Prácticamente hacían la escuela nueva» nos decía su Directora Gladys Caligaris, que dejó sentado que no conoce los valores de la construcción como para opinar si el presupuesto era elevado o no. De todas maneras a la nuestra se sumaron otras manifestaciones de queja, fue objetada la licitación por el abultado monto, decidiéndose finalmente realizar una reparación un año más tarde dado que la escuela estaba funcionando con baños químicos y las quejas de los padres de los niños y las molestias por las que pasaban los docentes hacían urgente los trabajos. Nos decía Caligaris que se licitó la reparación a una empresa de Chivilcoy por un monto de algo más de 1 millón de pesos, que a su vez contrató a un arquitecto local y este a un albañíl o constructor refaccionándose los baños y el aula biblioteca, presentándose distintos problemas, debiendo la municipalidad encargarse de alguno de ellos. Insiste Caligaris en que ambas obras no tenían nada que ver una con la otra, pero vuelve a insistir que no puede de manera alguna considerar si había sobreprecios o no, por desconocer el valor de la construcción y de los materiales. Se advierte sí, que por los distintos problemas que se presentaron posteriormente, quedó disconforme con la obra realizada.
En aquella oportunidad, sin cuadernos de un chofer, ni empresarios coimeros arrepentidos, se suponía que el presupuesto de la escuela de Smith estaba inflado, que se percibía que allí había «retornos» y los propios chanchullos de la connivencia eterna entre la política y los empresarios, pero no hubo investigación ni tampoco se realizó la obra, por lo que todo queda a nivel de comentarios y suposiciones. Quedaría en claro que la obra del presupuesto de 5 millones, nada tendría que ver con la que se hizo por mucho menos, compararlas no tendría sentido. Eso sí, quizá sirva para que cada obra provincial o nacional que se licite para Carlos Casares sea mirado su presupuesto con 4 ojos, ya que si alguien supone que la corrupción endémica de la obra pública se va a terminar con los cuadernos, que no se haga ilusiones.