Picar en moto les cuesta la moto
La juventud es puro ímpetu, riesgo, adrenalina y transgresión, y tal vez eso explique el por qué aman la velocidad, las imprudencias, la desobediencia y el desafío a las normas. «Son jóvenes…» pareciera ser la excusa cuando se los sorprende en acciones riesgosas para ellos mismos y para ocasionales vecinos que sin comerla ni beberla pueden terminar siendo víctimas de sus locuras.
Las picadas de motos son sin duda alguna pasatiempo de los jóvenes, muchos de ellos menores que conducen motos, se integran en barritas con los mismos gustos por la velocidad y el vértigo, y se trenzan en picadas en distintos puntos de la ciudad, algunos de ellos sumamente transitados.
El espectacular procedimiento que se viera días pasados ordenado por la justicia con intervención de gran cantidad de efectivos policiales, tal vez pudo parecer exagerado, pero en realidad es resultado del tratamiento de una problemática que se acrecienta día a día a la que deben ponérsele los correctivos necesarios para erradicarla.
La prolija investigación realizada por las fuerzas policiales con monitoreo de cámaras, escuchas telefónicas y trabajo de investigación dio lugar a un múltiple operativo de allanamiento a domicilios de jóvenes participantes en picadas, cuyo resultado fue positivo y satisfactorio. Positivo porque permitió secuestrar 11 motos e imputar a sus propietarios, todos ellos participantes de picadas. Y satisfactorio porque se realizó sin que se produjera incidente alguno.
Pero tal vez lo más importante de todo esto es el costo. Sí, un costo evaluado en pesos, no por las multas a las que se pudieran hacer pasibles los infractores, si es que se las aplican, sino al hecho de haber quedado a pie, con sus motos secuestradas, las que irán a parar a un depósito a riesgo de que no puedan recuperarlas más, y si lo hacen, tal vez al termino de la causa, estén arruinadas por el oxido, la falta de uso, la acción de la intemperie y tal vez la rapiña que suelen sufrir los vehículos que duermen en depósitos policiales o judiciales.
Si picar cuesta la moto, da para pensar, el escarmiento es sin duda para los propietarios de sus amados vehículos un daño doloroso y difícil de asumir, salvo por aquellos que con solvencia económica puedan reemplazarlas.
«La letra con sangre entra» es el título de un famoso cuadro pintado por el inmortal Goya en el que la escena muestra que se aprende a golpes, con castigo, que en este caso no será un azote en las nalgas para aprender una lección como reflejaba la obra de arte, sino un azote al corazón, por perder el joven infractor esa joyita mecánica invencible en la picadas, que difícilmente puedan recuperar.