No vamos a decir nada nuevo, vivimos el tiempo de los violentos, de la inseguridad, del enojo colectivo, de la pelea constante y en todos los escenarios.
Ni que decirlo en el fútbol, lo sucedido con Boca-River o mejor dicho con la hinchada de River ante la pasada del micro de Boca, abortando la final más esperada de los últimos tiempos, debiendo afrontar la vergüenza de que se juegue en Europa.
Pero remitámonos a Carlos Casares y a las manifestaciones de violencia que se ven en nuestro fútbol, con insultos, agresiones y amenazas a los árbitros, también a la policía y las hinchadas entre sí, arrojo de piedras, botellas, provocaciones y hasta sesiones de boxeo. Como si fueran Boca-River, una confrontación violenta más que un juego deportivo. Es lamentable que esto suceda en nuestra comunidad. No es fácil atribuírselo a nada en particular, podríamos decir que la gente está mal, que tiene violencia contenida y la manifiesta en el fútbol, pero sería juzgar con facilísimo, tal vez el problema sea más profundo, tarea de sociólogos.
Pero como buscar las causas sería olvidar el efecto que esas manifestaciones de violencia ocasionan, deberíamos centrarnos en ejercer un control y una vigilancia mayor y actuar en consecuencia. Que no haya lugar para los violentos, en el fútbol ni en ningún otro lugar, porque si queremos incursionar en otros escenarios, la violencia se ve también en la escuela, en los alumnos, en los padres con los profesores y maestros, en el vocabulario diario. Se ve en las calles, el enojo es común denominador, la descalificación también, basta incursionar por las redes sociales para comprobar una zoología salvaje lanzando improperios a diestra y siniestra, juzgando sin piedad, lastimando con placer. No es tremendismo, el que quiera pensar que exageramos debería incur-sionar un par de horas por las redes sociales y ver la rabia en su mejor expresión. Bajar un cambio se decía antes, sirve también ahora, no es la solución darle más atribución a la policía en el uso de sus armas, sino quitarle posibilidades a los violentos, con leyes más severas, con justicia menos garantista, con el criterio de que los malos deben estar adentro y los buenos afuera. Volver al far west sería un disparate.