¿LA FATALIDAD O LA IMPRUDENCIA?

Es costumbre que toda vez que ocurre un accidente, sea hogareño, de ruta, en la manipulación de herramientas automotrices, elementos de la producción agropecuaria, de la industria, etc. se lo atribuyamos al destino. “Fue cosa del destino” decimos y solemos agregar “estaba escrito”, como si fuera el destino una fuerza misteriosa que está por sobre nosotros guiándonos a una serie de acontecimientos que no podemos evitar. Son muchos los que lo creen así, a los que incluso esa creencia les sirve de resignación ya que al destino no se lo puede doblar ni modificar. “Estaba escrito y así fue”.
Pero quienes van más allá de ese pensamiento tan abstracto, estudian las causales de cada acontecimiento o accidente que por cierto no fue planeado ni deseado, tienen la certeza de que una gran mayoría de esos sucesos imprevistos se producen por la imprudencia, sea por un exceso de confianza, distracción, la fuerza de la costumbre y otras tantas razones, motivos de sucesos gravísimos con desenlaces fatales irreparables.
Días pasados, por citar el más reciente de esos accidentes, un joven de 23 años estaba manipulando una máquina clasificadora de granos cuando de pronto la toma de fuerza de la misma le enganchó sus ropas y “lo chupó” arrastrándolo contra los hierros de dicha herramienta ocasionándole gravísimas heridas que determinaron su muerte.
Si hurgamos en nuestros archivos de años atrás nos vamos a encontrar con notas de accidentes similares, algunos de los cuales fueron fatales, otros con gravísimas consecuencias para sus víctimas, en los que intervinieron la máquina, el descuido y las consecuencias.
¿Destino?, no . Como decíamos el descuido, la imprudencia, la confianza, y una preciosa vida de 23 años que se pierde prácticamente en los comienzos de su existencia.
Si de algo sirve, ayudemos al destino. Cuando se manipulan máquinas, sean industriales agropecuarias o de lo que fuera, o elementos caseros, instalaciones eléctricas o de gas, debemos tomar todas las previsiones del caso, y de esa manera escribir nuestro propio destino.
