Es el año 2020 por Decreto Presidencial
De esta manera el presidente Alberto Fernández expresa su admiración y la de todos aquellos que se precien de amar a la patria, para quien es sin lugar a dudas el padre de la Revolución de Mayo, un símbolo de las ideas de libertad, igualdad y fraternidad, y el creador de nuestro principal símbolo patrio, la Bandera Argentina.
Decenas de biografías se han escrito de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nacido el 3 de junio de 1770 en Buenos Aires. En ellas se han destacado los grandes valores del prócer.
Pero, sin ánimo de polemizar y mucho menos con quienes investigaron profundamente la memoria del hombre, quizás más relevante de la Revolución de Mayo, mi intención en este escrito es bajar del bronce al hombre y humanizarlo, con el objetivo de comprender el contexto en el que vivió, luchó, amó, ganó, perdió y murió.
Desde ya que no es nada novedoso lo que propongo, pues muchos historiadores modernos ya lo vienen haciendo, pero se percibe, en el imaginario popular, que aún así todavía la figura de este hombre queda relegada a la creación de la bandera. Y si bien esto es de gran trascendencia en nuestra historia, a mi humilde entender no es lo más importante que hizo Belgrano.
Nuestro hombre forjó su formación ideológica en la superación constante de las contradicciones que generaba el cambiante mundo de las ideas de fines del siglo XVIII, con el sello indeleble de la Revolución Francesa, acontecimiento que por otra parte lo tenía como espectador de lujo, habida cuenta de que en los 90 de ese siglo, Manuel se hallaba en Salamanca terminando su carrera de abogado, con el beneficio, merced a sus excelentes calificaciones, de obtener el permiso del papa Pío VI para acceder a la bibliografía prohibida, como lo eran las obras de Rousseau, Voltaire, Adam Smith, Quesnay y otros liberales, considerados enemigos por los Borbones que reinaban en España.
Así fue que Belgrano se nutrió de esas ideas, que trasladó al Río de la Plata en su regreso para hacerse cargo de la Secretaría del Consulado a fines del siglo.
Allí comenzó a germinar la revolución, muy pronto fueron muchos los que lo siguieron.
Continúa en próximas ediciones Prof. Daniel Lombardo