Sentir…
que es un soplo la vida
que 20 años no es nada,
que febril la mirada
errante en la sombra
te busca y te nombra…
20 años no es nada. Así lo siente Amílcar Panci Obón, que lejos de volver con la frente marchita como el inmortal tango de Gardel, siempre estuvo rendido a los pies de su querida Elena Zubiaurre, y con motivo de cumplir 20 años de matrimonio quiso darle una sorpresa y agasajarla con una fiesta, ¡qué fiesta!, nada menos que en el templo del ruido, Sin City como para recordar aquellas gloriosas noches de Aquelarre, hace ya 20 años…
Y salió como Panci se lo propuso, a su estilo, informal para los pitucos, espectacular para sus amigos, y para él… bueno, lo que quería, sorprender a Elena y demostrarle que …20 años no es nada, que febril su mirada, la busca y la nombra…
Estaban sus familiares, sus amigos más queridos, sus compañeros de toda una vida. Buena música, animación al por mayor y los bocaditos que iban y venían, riquísimas pizzas, empanadas y otras delicias. Por supuesto la manguera del alcohol y los cócteles estuvo abierta, total, los chicos estaban durmiendo…
Y llegó el tradicional vals que Panci y Elena se debían. Porque para su casorio, hace ya dos décadas el disco estaba rayado y no pudieron danzar. Ahora sí, lo hicieron con la solemnidad de los vieneses, aplaudidos por amigos y familiares, convertidos en el centro de las miradas.
Hubo un excelente show musical a cargo de Ajenjo, un grupo de Tandil que hace música retro, ideal para la ocasión, celebrado por todos los asistentes que colmaron la pista.
Obviamente los profesores y las profesoras, todos y todas diría Cristina, descollaron demostrando su excelente estado físico, salvo Ernesto Martín que viene medio cascoteado de tanta mieles, aunque lejos de quejarse hizo lo que pudo. Sarna con gusto no pica…
Y como no podía ser de otra manera, Panci interpretó la «música» que más sabe, y provocó exclamaciones cuando hizo su entrada a la pista con su show gastronómico, algo así como la filarmónica de Petrona Gandulfo traducida en una super cazuela de pollo, otra de mariscos y una tercera también de mariscos picantes, a cual más sabrosa, todas hechas por sus propias manos, algo que Elena no deja de alabar, y dice: «Cocina como los dioses y hace el amor como el diablo!».
Que más?, buenos dulces, más brindis, alguna anécdota, como que el popular «Negro» José comió 8 platos de cazuela, o Nora Lamban a la que todos se llevaron en sus pupilas por su físico espectacular y ajustadísima mini.
Eran las 4 y adivinando el parpadeo, las luces a lo lejos fueron marcando mi retorno… Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve, y las chuletas pasadas con puré del día anterior…
Vivir
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo
que lloro otra vez.