LA PANDEMIA HA CAMBIADO NUESTRA CIUDAD
En realidad no es la ciudad la que ha cambiado, sino los casarenses. Es cierto que el saldo de 78 muertos es suficiente, amigos, familiares, personas queridas que han pagado con su vida por una enfermedad que no preveían, que los tomó de sorpresa, indefensos, que tras unos grados de fiebre y un suave malestar fue adquiriendo fuerza e impiadosamente fue salteando síntomas que fueron adquiriendo gravedad hasta tornarse en la dimensión de una peste que los condujo a la muerte dejando a sus familiares atónitos y sin poder explicar lo sucedido.
Casares a partir de allí es otro, menos autos y gente en las calles, menos ánimo, menos reuniones y fiestas y el tema del coronavirus siempre presente en todas las conversaciones y presente el miedo a contraer la enfermedad. Ya no se sabe si lo mejor es no imponer restricciones, los lugares de veraneo están estallando en nuevos casos, hay colas en los centros de testeo, el virus sigue corriendo con la velocidad del rayo y como sus consecuencias por el momento son leves, se resignan a cumplir con los días de “penitencia” o aislamiento y no todos lo cumplen porque deben seguir con sus vacaciones, o trabajando, o porque no tienen ganas.
Casares también es otro, seamos sinceros, el virus no se ha ido.