Desde hace ya varios años, ante el ocaso de los taxis que tenían su parada en la plaza San Martín, comenzaron a popularizarse las remiseras, cuyo servicio de autos «remis» se convirtió en una adecuada solución para aquellos vecinos que debían trasladarse a distintos puntos de la ciudad y no contaban con medios de locomoción propios para hacerlo. Hoy en día los vecinos usan los remises cotidianamente, sea para ir al hospital, a los médicos, o al cementerio, también a lugares apartados, los días de lluvia o frío, para evitar una caminata y llegar en buenas condiciones.
Y de eso se trata la presente nota. Algunos autos afectados a dicho servicio se ven tan destartalados que ponen en duda la posibilidad de llegar a destino sin problemas y en condiciones. Se trata de vehículos desatendidos, con sus amortiguaciones en pésimas condiciones, motores que no gozan de buena salud, interiores con sus tapizados que dan lástima y baúles sucios. Es evidente que a esos vehículos no se les exige ninguna revisión técnica y todos los controles necesarios para que cumplan los requisitos que debe cumplir todo transporte público. Muchos de ellos ni siquiera cuentan con un seguro de pasajeros, y en no pocos casos sus conductores distan mucho de manejar con prudencia, infringiendo las normas de tránsito vigentes.
Hoy en día el negocio de los remises es aceptable, por no decir próspero para los empresarios y una buena salida laboral para los choferes. Son razones suficientes para que quienes lo prestan cumplan con las reglamentaciones vigentes, que obviamente no se cumplen. La comuna ha dictado ordenanzas reglamentando la actividad, pero estas no se aplican, desvirtuando un servicio que como lo hemos apuntado es popular y realmente útil.
Quizás no se pueda pretender -al menos en lo inmediato- que se distinga a los autos de remise con uniformidad de colores y luces identificatorias en sus techos. Algo que se ven en muchos lugares. Pero sí que las unidades tengan determinada antigüedad, que sean sometidas a verificaciones técnicas periódicas, que su habitáculo esté en condiciones, limpio y con los tapizados sanos, y que cuenten con seguro que cubra la integridad física de los pasajeros.
No debemos olvidar que el pasajero paga su viaje, y por lo tanto tiene derecho a hacerlo en forma segura y confortablemente. La comuna debe garantizarle ese derecho, aplicando las ordenanzas vigentes.