¿Los cabarets, un mal necesario, o un problema social?

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En los últimos años han proliferado, no sólo en nuestra ciudad sino en todas partes los llamados «dancing», «club nocturno», ‘boite», etc., etc, denominaciones estas usadas para lograr habilitaciones municipales que enmascaran a los tradicionales cabarets, lugares nocturnos poblados de mujeres que alternan con los visitantes y comparten copas, caricias y en algunos casos completan su trabajo con sesiones de sexo. Que son practicadas en los mismos lugares de trabajo (piezas contiguas al local de diversión), o salen con permiso a refugiarse con sus clientes en hoteles, cuchetas de camiones, autos o en inmediaciones del local donde practican sexo oral o sus distintas variantes.

No vamos a introducirnos en un estudio sociológico, sino hacer un análisis simple desde la óptica de establecer si la habilitación de esos locales es legal, necesaria o conveniente.

Tal vez no serían habilitados si se usara la denominación de cabaret y se estableciera que en el lugar trabajan mujeres a las que se denomina «alternadoras». De todas maneras usen o no usen la denominación real, los funcionarios que los habilitan hacen la vista gorda pretendiendo desconocer la verdadera naturaleza de dichos locales.

En rigor en los últimos tiempos han llegado a funcionar en Carlos Casares varios de esos cabarets, la mayoría contraviniendo todas las ordenanzas y leyes, sean estas de profilaxis, expendio de alcohol, la permanencia de mujeres trabajando y otras.

Muchos, acaso «sociólogos de utilería», sostienen que esos lugares son necesarios, entendiendo que la diversión erótica y la prostitución evitan otro tipo de actitudes por parte de personas necesitadas de sexo y distracciones.

Lo asocian a «conveniente» que en los pueblos haya al menos un par de esos antros, y «legal» porque los habilitan para actividades permitidas, disfrazando sus verdaderos fines.

Inclusive no son pocos los que sostienen que si la comuna exigiera el cumplimiento de normas vigentes y revisaciones médicas que certifiquen que las mujeres que allí trabajan no presentan enfermedades venéreas, HIV, etc, cumplirían una función social y evitarían la prostitución «a domicilio» o en distintos tugurios con mujeres de salud dudosa, potenciales transmisoras de todo tipo de enfermedades sexuales.

La crónica nacional nos dice que existen organizaciones especializadas en reclutar mujeres para trabajar en estos cabarets que por lo general se ubican a la vera de las rutas a la pesca de ocasionales transeúntes. También se habla, y en este caso es la crónica policial, de mujeres capturadas, algunas menores,  para trabajar en esos lugares privadas de su libertad y obligadas a prostituirse. Demasiados casos de mujeres desaparecidas y luego halladas en esos lugares, nos exime de todo otro comentario.

De manera alguna estamos insinuando que los locales que funcionan o han funcionado en Carlos Casares lo hicieron y lo hacen contraviniendo esas leyes (trata de blancas, etc.), pero nada asegura que el día de mañana alguien logrando una habilitación fraguada pueda hacerlo.

El procedimiento de días pasados realizado en un cabaret local tiene que ver con una política nacional en prevención de estos deleznables y repugnantes delitos. Todo indica que en el mismo no se infligieron esas leyes, habida cuenta que la clausura solo se debió a una simple infracción por indebida venta de alcohol, pero eso no quita que se esté alerta y en franca colaboración con la política nacional llevada a cabo.

 

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