24 de Marzo, Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia
Es indudable que hay un importante sector de la sociedad argentina, tanto en el oficialismo como en la oposición (a mi entender más en esta) con actitudes y reacciones de altísimo volumen de irritabilidad, al punto tal de dividir familias, truncar amistades, generar problemas en las relaciones laborales y ni que hablar de los medios de comunicación. Pero ojo al piojo, que el árbol no tape el bosque, porque muchas veces se confunden los límites al punto de que más de un trasnochado añore las épocas oscuras del período genocida de la última dictadura militar, sin analizar las consecuencias nefastas que aquella época provocó, no sólo en materia de derechos humanos sino también en economía, educación, relaciones internacionales, etc. etc.
El tercer período del gobierno de Perón nos muestra un líder agobiado por los achaques de la vejez y rodeado de sectores tan ambiciosos en lo personal, como ineptos para conducir, no solo al principal movimiento de masas del siglo XX, sino al país. Así, el nefasto López Rega, con su tristemente célebre Triple A, los sectores más burocráticos del sindicalismo y una viuda sin la más mínima formación intelectual y política para presidir un país, quedaron al frente de un gobierno jaqueado por grupos armados (Montoneros, FAR, ERP) que lejos de interpretar el sentimiento de la mayoría de los argentinos, abonaron la violencia. Así se fue fertilizando el campo para que las fuerzas armadas dieran el golpe, con el apoyo de muchos civiles, y el visto bueno de un amplio sector de la sociedad, que los recibió como “reorganizadores”.
A partir de aquel 24 de marzo de 1976, lo que parecía un reordenamiento social y político, se transformó en la puesta en práctica de una maquinaria sistemática y criminal para secuestrar, violar, asesinar y desaparecer a miles y miles de personas.
La junta militar, Videla (luego elegido presidente por ellos mismos), Massera y Agosti, aplicó la doctrina de la seguridad nacional, cuyo origen es estadounidense y proviene de la guerra fría y, entonces, todos pasamos a ser sospechosos.
Así las cosas la persecución, encarcelamiento clandestino, tortura, desaparición y asesinatos de “subversivos”, según la calificación oficial incluía no solo a aquellos que habían tomado equivocadamente el camino de las armas, sino también a militantes políticos y barriales, sindicalistas, periodistas, intelectuales, abogados, docentes, sacerdotes y monjas, artistas y cientos de niños y mujeres embarazadas.
La derrota en la guerra de Malvinas fue el lamentable punto de inflexión para terminar de descubrir una verdad, que dejaba de ser un secreto a voces, gracias a los organismos de derechos humanos como de los exiliados y otras organizaciones internacionales.
El retorno de la democracia con el triunfo del Dr. Alfonsín en 1983, el juicio a las juntas, truncado con las leyes del perdón pero reavivado en el período kirchnerista con el juzgamiento de genocidas y apropiadores, nos permiten posicionarnos en el mundo como un país donde la democracia demuestra ser el camino; y si un gobierno no nos satisface, este sistema tiene el resorte fundamental para mejorar las cosas: el voto, no hay en el mundo moderno mejores opciones y si no, miremos lo que pasa en Europa, que aún atravesando una de las peores crisis económicas, a nadie se le ocurre pensar en caminos alternativos a la democracia.
Por eso, como se titula el libro de la CONADEP, “Nunca Más”, la memoria de los pueblos ilumina hacia el pasado y hacia el futuro.
Prof. Daniel LOMBARDO