El uso masivo de las cámaras de seguridad, sea en comercios, oficinas, en la vía pública y en todos aquellos lugares en que es necesario un ojo avizor, son una muestra cabal del uso de la tecnología al servicio del hombre.
Cientos de accidentes, de robos, de actitudes delictivas de todo tipo y de otras rayanas en la inmoralidad, pueden ser detectadas por dichas cámaras, y a través de ese testimonio concluyente facilitar el accionar de la justicia o de los organismos pertinentes.
En edición anterior precisamente nos hemos referido a la sustanciación de un sumario administrativo en el ámbito municipal en base al testimonio de una de las cámaras de seguridad, la que detectó el preciso momento en que dos médicos se tomaban a las trompadas por cuestiones profesionales. Lo registrado por esa cámara permitirá al sumariante evaluar las circunstancias del hecho, como un auxiliar invalorable que resume aquello de «lo vi con mis propios ojos». Otro hecho también registrado en la misma dependencia tiene que ver con la intención por parte de una empleada de desviar la cámara, a fin de imposibilitarle que «vea» algo que no querían que viera. La escena registra a dicha empleada desviando la cámara con distintos elementos. Negarlo no tendría sentido, allí estaban las imágenes.
Si bien esas cámaras que parecen creadas para que vean todo lo malo o todo lo feo que ocurre en ámbitos en los que sería imposible colocar una vigilancia las 24 hs., también ven lo bueno, y en el caso de muchas empresas les sirve para apreciar el comportamiento de aquellos empleados u operarios que realizan su trabajo con responsabilidad y eficiencia.
Es por lo tanto plausible el uso de cámaras de seguridad en dependencias municipales, y debiera intensificarse ostensiblemente su instalación en la vía pública, como así también en todo el ámbito privado. No como fisgones de la comunidad, sino como atentos observadores del acontecer ciudadano, con el propósito de velar por la seguridad de los vecinos.
Cuatro ojos ven más que dos. Esa es la idea, que sean muchos lo ojos que todo lo vean.