En Patzcuaro (México) se celebró el Primer Congreso Indigenista Americano, fue el 19 de abril de 1940 y a partir de allí esta fecha p asó a ser el día del aborigen americano, hoy denominado Día de los Pueblos Originarios. Esta iniciativa de la OEA trató en principio de rescatar las culturas precolombinas que se desarrollaron en nuestro continente.
Pero, lo verdaderamente indudable es el crecimiento que lograron en los últimos tiempos las investigaciones científicas, ya sea desde el punto de vista histórico, como arqueológico, sociológico o antropológico, de las culturas originarias.
Esto ha permitido cambiar la óptica que desde un principio era del conquistador, para que hoy no queden dudas del atropello feroz al que fueron sometidos los pueblos de este lado del Atlántico a través de un proceso de siglos de aculturación y transculturación.
Fue así que quedó en evidencia el verdadero objetivo de la conquista y la posterior colonización por parte de los europeos; ese no era otro que la apropiación, por el medio que fuera, de las riquezas de nuestro continente.
Armas de hierro y de fuego, caballos, violaciones, crímenes y enfermedades contagiosas (viruela, sífilis, gripe) bajo la excusa de la fe cristiana, fueron utilizados para diezmar y en algunos casos extinguir poblaciones. No se llevaron las pirámides de Chichen Itza porque no pudieron, pero los metales preciosos (principalmente oro y plata) que saquearon, sirvieron para alimentar e naciente capitalismo europeo del siglo XVI.
En el camino quedaron el ayllu incaico, que permitía atender desde el estado las necesidades alimenticias de los más necesitados; la defensa y el cuidado de la Pachamama (Madre Tierra), conservando con cuidado la matanza de animales (solo viejas), la siembra de múltiples variedades de papas por el sistema de camellones de los aymaras; las chinampas (islas flotantes) de los aztecas; los conocimientos astronómicos de los mayas; las terrazas de cultivo de los incas, y hasta los principios morales y el respeto, violados por los conquistadores.
Por fortuna no todos los que arribaron a estas tierras, después del 12 de octubre de 1942, fueron iguales; hubo excepciones; quizás, por entonces la más significativa sea la del fraile franciscano Bartolomé de las Casas, quien escribió sus denuncias en su obra sobre la Leyenda Negra de la conquista, realizando una encendida defensa de las culturas originarias, y exponiendo las atrocidades a la que fueron sometidos estos pueblos.
Quinientos años después la bibliografía es mucho más amplia y científicamente documentada, pero nadie que se precie de buen americano puede desconocer una obra cumbre y pegarle una leída a sus páginas, me refiero a “Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano, eso sí, si el libro sobrevivió al incendio del 76, sino debe apelar a las nuevas ediciones.
Por ello:
Hoy quiero hermano indio, rescatar del pasado,
Tu cultura distinta, ni mejor ni peor
Y entre valles y cielo, por montañas y ríos
Una América digna construir bajo el sol.
Prof. Daniel Lombardo