Dice Felipe Pigna en la página 11 de su libro: “Evita, jirones de su vida”… “El odio de sus encarnizados enemigos la sobrevivió. Dinamitaron el lugar donde murió para evitar que se convirtiera en un sitio de culto, prohibieron su foto, su nombre y su voz, pasaron con sus tanques por la casita de la Ciudad Infantil hasta convertirla en ruinas.
Abandonaron la construcción del hospital de niños más grande de América porque llevaría su nombre, echaron a los ancianos de los hogares modelos, quemaron hasta las frazadas de la Fundación, destrozaron pulmotores porque tenían el escudo con su cara, secuestraron e hicieron desaparecer su cuerpo durante 16 años. Pero como sospechaban los autores de tanta barbarie, todo fue inútil”.
Los historiadores liberales, en general acérrimos opositores no solo del peronismo, sino también de los grandes movimientos populares, la descalificaron, pero al ver que Evita, más allá de su temprana muerte, seguía viva en el corazón del pueblo, aceptaron la construcción del mito, pero como pieza del pasado; y volvieron a equivocarse. Nunca pudieron, ni quisieron entender al peronismo, y menos a Evita; pretendieron reducirlos a “fenómenos sociales del popularismo latinoamericano”. ¡Qué contradicción! Los defensores de la ciencia histórica fueron incapaces de hacer un estudio científico de tal “fenómeno”. Nunca intentaron comprender a este personaje que mediante un análisis humanista, inició el proceso de dignificación de millones de postergados, no con dádivas ni limosnas, sino creando conciencia sobre el valor de la dignidad y el trabajo.
“Ayuda social, si, limosna, no”, publicado en el periódico Democracia: decía Evita: “En las cinco palabras del título de este artículo se encierra la mejor y más categórica respuesta a los detractores de la política humanista del gobierno peronista. Y es que solamente en el espíritu de los que no quisieron ver, ni oír, ni sentir, puede caber la acusación deliberadamente interesada, o la duda intencionalmente provocada, que lleve a confundir ayuda social con limosna”.
“… La felicidad de un pueblo, en cuanto a medios de vida se refiere, se logra con una adecuada legislación en materia de Justicia Social y una equitativa distribución de la Ayuda Social. Porque resulta innegable que esta es complemento de aquella…”.
Cuando las damas de la sociedad de Beneficencia, que venía de la época de la oligarquía, le ofrecieron hacer un “té-bridge”, en el Plaza Hotel en “Beneficio de los Pobres”, Evita rechazó la oferta y les dijo: “En la nueva Argentina se acabó la diversión de los ricos a costa del hambre de los pobres”.
Bueno sería que en un acto de reparación histórica y autocrítica, aquellos que, contando con documentación y con los elementos necesarios para hacer una investigación sería, y no lo hicieron, se sacudan el polvo del odio que los cubre y enceguece y hagan justicia con tan significativa personalidad de Argentina, no para revertir juicios de valor y caer en falsas adulaciones, sino para reconocerla como a una de las más grandes políticas de la historia mundial.
Prof. Daniel Lombardo