Casares no es una isla. El tema de la inseguridad es una preocupación nacional, y lamentablemente lo es también en el orden local. Los últimos acontecimientos desnudan un incremento en hechos delictivos violentos, con el uso de armas blancas y de fuego, con serias lesiones a las víctimas, dejando la sensación de que ya la vida importa poco, que por unos pocos pesos pueden llegar a matar. QUE NOS PUEDEN LLEGAR A MATAR.
La comunidad, al menos sectores que han resultado afectados ha demostrado su preocupación con marchas y a través de las redes sociales, pero desarticuladamente, unos por aquí otros por allá. Tal vez sea necesario trabajar junto a las autoridades, y con la fuerza que da la participación ciudadana lograr más equipamiento policial, mayores recursos humanos, mayor cantidad de cámaras de seguridad, y todo aquello que sirva para prevenir y combatir el delito. No existen fórmulas mágicas, es cierto que la justicia no ayuda, por lo menos en la medida que el ciudadano común cree que debe ayudar. La remanida frase «entran por una puerta y salen por la otra» se ha hecho carne en el pensamiento del vecino que ve diariamente como una decena de «pibes chorros» como se los llama en la jerga delictiva, acumulan antecedentes de delitos contra la propiedad en sus distintas variantes, y recurrentemente recuperan la libertad para seguir delinquiendo. Pareciera ser esta una discusión bizantina, las garantías y «derechos humanos» de los malvivientes los han puesto en una posición ventajosa, que el pueblo, lego en cuestiones judiciales, no logra comprender. Si se hiciera en el antiguo juego de Ladrones y Policías una nueva versión, habría que agregarle el amparo de la justicia y obviamente las puertas de la cárcel abriéndose de par en par para todos aquellos que tanto trabajo logró aprehender queden nuevamente en libertad.
Es lo que tenemos, por lo tanto la prevención del delito es fundamental. Contar con las herramientas necesarias y convencionales para evitar hechos que conmocionan y crean estados de pánico ciudadano. Idear a su vez cadenas de vigilancia vecinal, generar la conciencia del estar alertas y dispuestos a colaborar en todo sentido. Y además cuidarse y no descuidarse, no tentar al ladrón, no darle elementos que le permitan seleccionar a sus víctimas. En una palabra: pensar como ladrones para evitar la sorpresa.