Los habitantes de los pueblos del interior son por lo general más prejuiciosos que los de las grandes ciudades, tienen más escrúpulos, adoptan mayores convencionalismos y por lo general se niegan o lo hacen tardíamente a reconocer conquistas o avances sociales en los que van implícitos conceptos morales o éticos que antes eran inaceptables, ya sea desde el punto de vista cultural como del religioso. Por citar un ejemplo de actualidad, la diversidad en el sexo ha sido por muchos años un verdadero tabú. Se estigmatizó a aquellos que renegando de su propio género se sentían atraidos por personas de su mismo sexo, condenándolos a la discriminación social, tratados como antinaturales y acaso despreciados por una amplia franja de la sociedad.
Los vientos de liberación que en los últimos años han remarcado un nivel de tolerancia, comprensión y respeto a quienes se declaran homosexuales y luchan por sus derechos, no han pasado de largo por la comunidad casarense. Muy por el contrario han encontrado la mente abierta de gran parte de los vecinos, dispuestos a aceptarlos, y a aceptar la convivencia diaria, considerándolos por sus valores y no por sus tendencias sexuales. Es así que la promulgación de la ley que habilitó el matrimonio entre personas del mismo sexo, trajo en la práctica una rápida respuesta. Dos vecinos gays que si bien no escondían su condición de tales se unieron en matrimonio luego de haber permanecido juntos 16 años. Lejos de ser rechazados, la noticia fue recibida con satisfacción, ya que se trata de excelentes vecinos, ambos de trayectoria impecable en sus respectivas ocupaciones, que gracias a una verdadera conquista social han tenido la oportunidad de hacer realidad lo que para ellos era un sueño acaso muy difícil de concretar.
Y ahora una nueva pareja de jóvenes gays es la que decide unirse en matrimonio en nuestra ciudad. Tal vez al principio la curiosidad pueda más, pero con el tiempo llegará la costumbre y se sumarán otros, y muy posiblemente veamos padres de un mismo sexo a la salida de un jardín de infantes o de una escuela, y por qué no, participando de una reunión de cooperadora.
Es bueno que los casarenses hayan abierto su mente a la diversidad, librándose de prejuicios que a nada conducen. El matrimonio igualitario es una conquista social que todavía encuentra grandes vallas en muchos otros países del mundo. En Argentina por suerte no, discriminar a quienes no se expresan sexualmente como el común de las personas, es considerar que existen ciudadanos de segunda clase. Es más inteligente pensar que retornar a los valores tradicionales y conservadores como se consideraba antiguamente a la familia, ya no será posible. El cambio debe ser aceptado, nuevos modelos de familia se imponen, ya nada será igual, habrá que subirse a la realidad de los nuevos tiempos.