¿Quién no tiene hoy en día una tarjeta de crédito?. Al menos una franja muy importante de nuestra sociedad la tiene, o varias, y en muchos casos la está padeciendo…
Son tantas y tan ventajosas las ofertas para abonar con dinero plástico, que hacen posible una mejor calidad de vida, que desperdiciarlas no tiene sentido. Un televisor LCD, LED o «plasma» como se dice comunmente se compra en un santiamén. 12, 24, 36 cuotas sin interés y ya está. Lo mismo un buen lavarropas, no tiene sentido tener una heladera quejumbrosa y vetusta como tampoco una cocina cachuza. Cuotas para la ropa, para el supermercado, para juguetes, regalos, colchones y muebles. Todo en cuotas, chiquitas, diminutas. Y sin meter la mano al bolsillo, una firma y ya está, recién a fin de mes nos viene la primera cuota.
Y en verdad a fin de mes llega el resumen con la primera de cada una de las financiaciones nuevas, más las cuotas de compras anteriores, la cuota del crédito personal, que sumadas forman una gran cuota muy difícil de pagar.
Son muchísimos los vecinos que están en problemas por esa acumulación de cuotas que lejos de mejorarles la vida, se la están complicando. Eso conlleva atrasos, pagos mínimos, intereses, cargos varios, y más problemas. Patear la pelota para adelante no es una solución, sirve de poco, el problema no desaparece.
No nos atreveríamos desde este espacio sugerir nada. La solución está en cada uno. Hablando con comerciantes que realizan un 70 u 80% de sus ventas con tarjetas estos nos decían que éstas están «estalladas», que cuando sus clientes pretenden pagar con ellas, un alto porcentajes son rechazadas. ‘Y tienen tres o cuatro, prueban con una y la devuelven, con la otra lo mismo, por ahí lo logran con la tercera y compran». En los super la compra mensual la pagan en 6 cuotas y al mes siguiente igual, por lo que las cuotas de un mes se acumulan con las del otro, hasta que la pelota «explota».
La seducción que ofrecen las ofertas, especialmente aquellas con financiaciones largas y sin interés, sumadas al deseo de la gente por consumir, lleva a situaciones dramáticas en lo económico que originan problemas familiares, laborales y hasta sociales.
Tomar conciencia del problema puede ser la base de la solución. La sociedad de consumo funciona así, sólo hay que saber como parar. No tiene sentido descomponerse cuando suena el timbre pensando que es un cobrador. Tampoco cuando desde las centrales de tarjetas comienzan a llamar con veladas amenazas de juicios y demás. Entonces uno mira la tele 50 pulgadas y la odia, el freezer vacío y se calienta, el colchón flamante y no puede dormir. Parar la mano sería lo indicado. El corazón no se banca tanto maltrato. Pónganle la firma, pero no en una compra.