Es una ecuación maldita. Y cierta. Por cada menor borracho es probable que detrás haya un mayor que le ha facilitado las cosas para que consiga el alcohol. Ha quedado demostrado que en nuestra ciudad es así, aunque la investigación y posterior acción judicial le haya llevado un año a la policía y a la justicia. Y hay otros, muchos más que proveen de alcohol a menores de edad, a sabiendas o mirando para otro costado, encontrando justificaciones que no existen. ¿O acaso la proliferación de previas es ajena a las infinitas posibilidades de conseguir alcohol que tienen los menores?. Y todos o casi todos los que pueden impedirlo se hacen los distraídos. Siempre vienen bien unos pesos más, «total, si no soy yo, otros lo venderán», se justifican hipócritamente los responsables de alimentar esa moda que siguen los menores y no tan menores de alcoholizarse antes de concurrir a los locales bailables.
La tan mentada Ley 13.178, Registro Provincial para la Comercialización de Bebidas Alcohólicas, de nada sirve para combatir este mal que tanto preocupa a nuestra comunidad. Si el delivery que fue allanado hubiera contado con dicha inscripción en el registro, y cumplido con todos los requisitos que la ley exige, la entrega a domicilio de bebidas alcohólicas hubiera continuado, sin que pueda comprobarse -mientras se respeten los horarios permitidos- si quienes las reciben son menores o mayores de edad.
Queda demostrado por lo tanto que son los mayores los que tienen la principal responsabilidad en este verdadero flagelo. Y que mientras no tomen conciencia de que el tintineo de las monedas en sus bolsillos es menos importante que la salud y el futuro de los jóvenes, la problemática seguirá, se agudizará y no podrá corregirse, a menos que sean ellos los que apliquen «la ley del sentido común, y el deseo de construir una sociedad mejor».
Es común que en el delivery de una pizzería o de una casa de comidas se atienda un pedido en el que se incluye una botella de cerveza, o dos, o en su defecto vino. Pero no es común que con una pizza o unas empanadas encarguen 4 botellas de cerveza o varias de vino. Y eso ocurre, es leve, pero significativo.
El desalentar de alguna manera esa alianza que tienen los menores con el alcohol, es cosa de mayores.
Los test de alcoholemia y otros controles están muy bien, pero se trabaja con lo que ya ocurrió. La clave es evitar que el problema ocurra.