En edición anterior una nota dejaba entrever el impacto que causa en los vecinos el deplorable estado del edificio de la ex-agencia Ford de nuestra ciudad, ubicada en la esquina de Avda. 9 de Julio y Maipú, en pleno radio céntrico. Tal vez sea esa una referencia emblemática, ya sea por la categoría y ubicación de ese edificio, que como bien dice la nota fue considerado en su momento uno de los más modernos y bonitos de la ciudad. Pero ese no es el único, existen otros tantos inmuebles, muchos de ellos tan céntricos como el apuntado, que se encuentran en un estado de total abandono, echando por tierra cualquier intención que pudiera tener el gobierno comunal y los vecinos, de lograr que nuestra ciudad luzca pulcra y cuidada, y pueda ser tomada de ejemplo como ocurre con otras ciudades vecinas.
La gran mayoría de los terrenos que se muestran literalmente abandonados tienen dueño, algunos de los cuales los conservan como inversión, otros para algún proyecto peregrino, pero lo cierto es que permanecen allí, con sus frentes descascarados, ventanas rotas y veredas destruidas. Muchos de ellos se encuentran usurpados, pero ese es un tema que trataremos más adelante. También los hay terrenos baldíos que permanecen sin edificar desde hace décadas, algunos sin siquiera estar cercados, convertidos en yuyales y ocasionales basureros de vecinos desaprensivos.
Decíamos más arriba que esos inmuebles y terrenos tienen dueños, y como tal pueden responder si desde la autoridad municipal se los emplaza a que pongan en condiciones sus frentes cuando se trate de edificaciones, y en el caso de baldíos disponer que sean cercados como corresponde. Pero allí no debe terminar la acción oficial, cuya meta debe apuntar a promover la demolición de la viejas casas abandonadas y en estado de destrucción, para construir allí nuevos edificios. El mismo temperamento debe seguirse con los terrenos que llevan muchos años sin que nada se haga con ellos. Como no se puede expropiar ni avanzar de forma alguna sobre la propiedad privada, lo indicado es generar en ellos una carga impositiva que «sugiera» su venta o la realización de obras sobre los mismos. Tasas sobre los baldíos más elevadas que sobre las construcciones, para inducir a sus propietarios a «hacer algo» con ellos.
Si hiciéramos un censo de casas para demolición y terrenos baldíos nos asombraríamos por lo elevado de la cifra. Casares merece que sus vecinos tomen debida cuenta que también de ellos depende que sea una ciudad armónica, moderna y limpia.