El 31 de marzo se cumplieron 3 años de su muerte y en Semana Santa, 25 del levantamiento “Cara Pintada” que cambió el rumbo de su actividad política.

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Raúl Ricardo Alfonsín es sin dudas una de las figuras políticas más descollantes  y destacadas de las últimas décadas. Este fogoso político que sentía correr por sus venas sangre de españoles, alemanes y galeses, hijo de Raúl Serafín Alfonsín, un laborioso “gallego” que se dedicara al comercio en la ciudad de Chascomús y Ana María Foulkes, nacido el 11 de marzo de l927, y que luego de un fugaz paso por el Liceo Militar General San Martín, de donde egresó con el grado de Subteniente de Reserva y donde fuera compañero de clase de Leopoldo Fortunato Galtieri y Albano Harguindeguy, estudió Ciencias Jurídicas en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, logrando el título de Abogado en 1950, con flamantes 23 años de edad. En 1949 se casó con María Lorenza Barreneche, con quien tuvo 6 hijos (3 varones y 3 mujeres), entre ellos Ricardo Luis, actual Diputado Nacional y que fuera recientemente candidato a Presidente de la República; el único de sus hijos que heredara su vocación de político. Porque en el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín la política fue una llama que alumbrara y alimentara su marcha por la vida y ya en 1954 es elegido Concejal y en 1955 preso de la llamada Revolución Libertadora. Este casi traumático comienzo no lo amilanó, por el contrario le dio más fuerza y así fue sumando cargos electivos, ya que fue elegido Diputado Provincial, Diputado Nacional, Senador Nacional y el cargo más alto que un argentino puede aspirar: Presidente de la Nación.

Cuando la negra noche de la tiranía más nefasta de nuestra patria llegaba a su fin y comenzaba esta etapa de democracia que  hoy seguimos disfrutando, su figura surgió con el amplio apoyo del pueblo para ocupar el sillón de Rivadavia y el 30 de octubre de 1983, fue elegido Presidente con el 52% de los votos. El 10 de diciembre de 1983 comenzaba esta etapa ya próxima a cumplir 30 años, que mucho le debe a él y que le valió el título de “Padre de la Democracia”, como muchos lo designan. Para que eso fuera posible, debió sortear escollos muy difíciles y comprometidos, como el Juicio a las Juntas de los gobiernos dictatoriales, un ejemplo destacado por todo el mundo, o el recordado levantamiento cara pintada que comandara Aldo Rico, en la Semana Santa de 1987, del que en estos días conmemoraremos sus 25 años, y que diera lugar, a su finalización, a la conocida frase de “La casa está en orden, felices Pascuas”, y que en cierta medida diera lugar a las leyes de Obediencia Debida y  Punto Final. Pero en el cariño, agradecimiento y respeto del pueblo, su lucha por defender la naciente democracia, su apoyo a los Derechos Humanos, en serio , sin  declamaciones, las bases sentadas de la creación del Mercosur, su honestidad de gobernante y su entereza para superar los momentos difíciles que los distintos avatares políticos, como piedras en el camino, fueron dificultando su marcha, tuvieron un valor superlativo. Por eso en el triste momento de su partida terrenal, el 31 de marzo de 2009, durante el acto de su velatorio en el Salón Azul del Congreso Nacional y su inhumación en el Cementerio de la Recoleta, reunió a una muchedumbre que le brindó el emocionado y agradecido  adiós que su actividad de político y estadista merecía.

Hoy, a tres años de aquel día,  con esa misma emoción, lo recordamos.

 

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